b. Las relaciones. Amigos y enemigos


Hasta aquí hemos visto cómo siente Hernández el medio natural en que va a desenvolver sus actividades. Nos falta estudiar el medio humano. Al llegar a México, Hernández sufre un cambio radical en sus relaciones amistosas y oficiales. Cierto que la Nueva España está regida y gobernada por españoles. Cierto también que sigue para su administración las detenidas y escrupulosas órdenes directrices que emanan de la Península, y absolutamente verídico que la vida intelectual en las colonias es un simple reflejo de la actividad similar de España. Sin embargo, hay modalidades propias, imprevisibles desde Europa, que modifican y alteran el orden prescrito al otro lado del mar. Hernández necesita entrar en relación con autoridades nuevas, e incluso con servidores nuevos, de una raza distinta y de una psicología diferente.

Empezando por la cabeza, diremos que en los primeros momentos el trato con el virrey parece cordial, seguramente ha encontrado en Hernández un hombre activo e ilustrado y trata de ayudarlo; la primera carta que Hernández escribe al rey nos lo confirma cuando dice: “El virrey ha hecho lo que v.m. mandó con mucho cuidado y diligencia.”19 Hernández está preparando su equipo de ayudantes, pues la carta continúa: “De manera que el geógrafo se está aprestando para partirse y los pintores comienzan ya a hacer su oficio.”20 Esto ocurre a los dos meses de iniciado el trabajo. Aún no es posible desarrollarlo con todo el tremendo empuje con que más adelante será llevado a cabo. Es necesario entrenar a los pintores, buscar a los que han de recoger las plantas, acondicionar los herbarios y cuidar aquellas especies que han de llevarse en macetas.

Hernández se ocupa de todo y por eso le escribe a su rey: “Yo entiendo en ello con la diligencia que debo y como lo pide un negocio de tanta dificultad y acometido de tantos y no acabado de ninguno.”21 Algo debe tener ya escrito pues le dice al rey, después de advertirle que no le detalla más las cosas por no cansarlo: “no envío por ahora los algunes por la brevedad del tiempo. Pero le prometo hacerlo: como me está mandado”. Más adelante veremos las dificultades que le acarrea el cumplimiento de esta orden.

Parece que todo marcha viento en popa, y sin embargo ya se ve la primera nube en el horizonte. Con la misma fecha con que se escribe la carta anterior, envía otra al rey donde se inician las quejas y dificultades. Le dice: “Lo que toca al oficio de protomédico , voy haciendo con la templanza y moderación, como tierra tan nueva pide; lo que acerca de ello ocurre que es dar cuenta a v.m. es que he sabido que algunos oidores destas Reales Audiencias dicen, que han de admitir apelaciones de las causas que ante mí se trataren, teniendo v.m. provehído por ley expresa lo contrario y aguardando lo que por v.m. me está mandado en acompañarme con uno de los oidores desta Audiencia, y que la ciudad dice que han de defender muchas licencias y títulos que tienen dados, después de que llegué yo a esta tierra, no teniendo facultad de hacerlo, sino solos los protomédicos de v.m., lo cual sería impedir totalmente el uso de mi oficio, y en grande daño de la república, y contra las leyes expresas por v.m., por lo cual suplico a v.m., para quitar todos estos inconvenientes, sea servido mandar despachar su real cédula, en que se mande a esta Real Audiencia se guarde lo que por v.m. está mandado y que no se exceda dello.”22

El párrafo anterior está escrito el 15 de mayo de 1571, a los dos meses y medio justos de haber tomado posesión. Está claro que no obstante haber guardado la legalidad, y hacerse acompañar del oidor Villalobos, en todos los casos que lo requieren, la Audiencia pretende ignorar al protomédico, o por lo menos anularlo colocándose en una posición legislativa superior.

Aceptar apelaciones de las sentencias del protomédico es anular su actuación. Y al mismo tiempo negarse a sí misma, ya que la propia Audiencia ha designado como su representante al Dr. Villalobos para la administración de justicia referente al ramo del protomedicato. Si Villalobos actúa representando a la Audiencia, ésta, al desautorizarlo o apelar sus resoluciones, crea una situación anómala y confusa en la que la autoridad del protomédico y la de Villalobos salen mal paradas. Que actúa de mala fe se demuestra con el sólo hecho denunciado en la carta de Hernández. Dado que no obstante estar legislado que sea el protomédico quien autorice los títulos y licencias para ejercer (y sobre esto en las Instrucciones se especifica detalladamente cómo), la Audiencia, olvidando que pocos días antes ha asentado en sus libros la provisión del rey a Hernández y que ha prometido acatarla y cumplirla, sigue dando licencias y títulos como si no existiese el protomédico.

Desgraciadamente el fondo de esta anómala situación es bastante turbio e interesado, pero como el pleito se continúa, y tendremos ocasión de volver sobre él, lo dejaremos por el momento.

Si, como acabamos de ver, las relaciones con la Audiencia no se inician de modo demasiado amistoso y existen suspicacias por ambos lados, en cambio sí encuentra un núcleo de amigos, en su mayor parte de profesión intelectual, con los que establece relaciones cordiales. El grupo es numeroso y debemos suponer que más amplio de lo que por sus propias noticias hemos llegado a conocer. En primer lugar debemos citar, dentro de las amistades más fraternas, al arzobispo Moya de Contreras. Es cierto que el arzobispo no está todavía en México para cuando Hernández llega y que no será hasta el mes de septiembre cuando hace su entrada en la capital. Pero así y todo consideramos que la amistad entre ambos hombres debió de ser estrecha y fructífera.

De Moya, nos dice Jiménez Rueda que: “había sentido en su mocedad el soplo del humanismo que se hacía sentir aún en las cátedras de las universidades españolas que inclinaba a la tolerancia y a la comprensión”.23 Esta misma frase podría aplicarse a la formación humanística de Hernández. ¿Qué tiene, por tanto, de particular que los dos espíritus se encontrasen comunes para el desempeño de sus labores y el ejercicio de la franca y noble amistad? De que fue así nos ha quedado constancia escrita y autógrafa. Cuando Moya prologa la famosa Doctrina cristiana de Hernández, encargada por el propio arzobispo,24 no tiene reparo en escribir que al Dr. Hernández, “por sus dotes excelsas le tiene tierno afecto y le considera amigo íntimo en el lugar de un hermano”.25 Parece suficiente la frase anterior para admitir un trato muy por encima de lo habitual entre simples amigos, conocidos o colaboradores; esto nos ha llevado a pensar si la amistad entre ambos hombres vendría de antiguo, tal vez iniciada en las antesalas cortesanas o en alguno de los muchos lugares que antes de venir a México ambos recorrieron con distintos designios.

Es más de admirar, y tener en cuenta, la frase encomiástica y afectiva de Moya si se considera que éste era de carácter violento, más propenso a la crítica que a la alabanza, puntilloso en cuanto al ceremonial y el protocolo, y duro en la manera de juzgar a los que le rodeaban. La famosa carta-relación escrita al rey, en la que describe al clero mexicano de su época,26 es un documento, retrato fiel de su modo de pensar sobre las personas que le rodeaban y realmente pocos escapan a sus censuras. Casi nadie se libra de ser tachado de deshonesto, ignorante, liviano, etc. Y si éste era su concepto real sobre casi todos los que le rodeaban es muy de apreciar que a Hernández lo distinguiera con frases tan laudatorias.

El segundo hombre importante con quien Hernández traba relación amistosa en México es el canónigo Francisco Cervantes de Salazar. Desgraciadamente no tenemos noticias directas dejadas por ninguno de los dos, para poder establecer el grado de intimidad de ambos. Pero hay tantas coincidencias en sus vidas que podemos pensar fueron bastante amigos. En primer lugar son de la misma edad y ambos toledanos. La comunidad de origen, en el español, siempre ha sido un motivo de unión lejos de la patria. Cervantes era indudablemente un erasmista de menos categoría que Arias Montano y, si seguimos a Bataillon27 y a Gallegos Rocafull,28 tenemos que pensar que era más bien vivista. Había publicado en Sevilla en 1544 una versión de la Introductio ad sapientiam de Vives, la que tituló Introducción para ser sabio. Redactada en latín, le añadió en una segunda edición la glosa del Apólogo de la ociosidad y el trabajo que había escrito el protonotario Luis Mexía, quien es, a su vez, traductor de un coloquio de Erasmo.

No es probable la coincidencia de Hernández y Cervantes en Sevilla. Vimos en capítulos anteriores que la estancia de Hernández en Sevilla ocurre mediados los años de la década del cincuenta y, para esa época, Cervantes de Salazar ya estaba en México, precisamente escribiendo sus famosos Diálogos, que publica como apéndice a una reimpresión de la Linguæ latinæ exercitatio de Vives. Recordemos que el diálogo representa una neta influencia erasmiana en la época.

Para cuando Hernández llega a México, Cervantes de Salazar tiene ya un prestigio bien cimentado, enseña latín en la universidad y se ha graduado de bachiller, licenciado y doctor en la misma casa de estudios. Llegado seglar, en la época de Hernández, hace ya muchos años que recibió las órdenes sagradas, ostentando una canonjía en la Iglesia metropolitana de México. Ha sido designado cronista de la ciudad y dentro de la universidad ha ejercido los cargos de conciliario y rector.

Buen latinista, con la curiosidad universal de los humanistas del Renacimiento, Cervantes de Salazar gustó de tener una copiosa biblioteca que albergaba libros y tratados de las más diversas materias.29 Podemos hoy conocer el contenido de esta biblioteca gracias al inventario que de la misma se conserva, junto con los testamentos de Salazar, en un archivo de México. Catálogo efectuado en el momento de morir Salazar, precisamente durante la estancia de Hernández en México. Se sabe que su casa, o mejor su biblioteca, era un centro de reunión intelectual de la época donde se discutía, se hablaba y se encontraban los más interesantes hombres del momento. Si no hubiese otras noticias para conocer esta actividad intelectual de Cervantes de Salazar, nos bastarían los documentos que bajo el epígrafe general de Papeles de Antonio de Isla, fueron estudiados recientemente por el Dr. Millares, y se conservan en siete legajos en el convento de las Vizcaínas de México. 30 Antonio de Isla fue el ejecutor testamentario de Cervantes de Salazar, y, precisamente en los legajos VI y VII, bajo el titulo de Cumplimiento del ánima del Dr. Cervantes, se agrupan interesantísimos documentos por los cuales sabemos cómo Salazar estaba relacionado con mucha de la gente de la época, compraba libros, los prestaba, los recibía en préstamo. Ayudaba a obras benéficas, e incluso llegamos a conocer los honorarios de los médicos y el precio de las medicinas de su última enfermedad.

Una de las características más importantes que se confirmó en estos papeles póstumos es la afición que Cervantes de Salazar tenía a tratar con médicos. Ya en España vemos incluida, entre los preliminares del libro Vergel de Sanidad de Lobera de Ávila, editado en 1542, una epístola en latín y español donde hace el elogio de la medicina y del autor.31 En México, treinta años después, también aparece prologando, con otra epístola dirigida al virrey, el primer libro de medicina que se imprime en México, la Opera medicinalia de Francisco Bravo, mismo doctor a quien vemos aparecer en los papeles de Antonio de Isla, recuperando “un tomo grande de Galeno” que había prestado a Salazar; el Dr. De la Fuente recibe del testamentario la devolución de un Lexicón gallo latinum; el cirujano Amador de Espinosa, aparte de asistirle en su última enfermedad, recupera “un libro de yerbas con sus colores” que le había prestado. Encontramos a Bernardino Álvarez recibiendo cincuenta pesos para su Hospital de Perote, y a Pedro López otros cincuenta para ayuda del Hospital de San Lázaro. En cambio al Hospital de las Bubas sólo le deja veinticinco. La hija del Dr. Farfán recibe también cincuenta pesos. El Dr. Francisco Toro, que también asistió a Salazar, recibe doce pesos de oro y, finalmente, el propio Dr. Hernández aparece en la ejecución testamentaria firmando un recibo por un libro de Salazar que tenía prestado.

Este recibo de Hernández, que fue publicado por nosotros hace ya años,32 tiene interés extraordinario por varios motivos y tal vez el mayor por haber sido el documento donde se conoció por primera vez la firma de Hernández,33 y pudo servir para establecer también la relación entre ambos personajes.

Resulta, por tanto, indudable que durante los cinco años que convivieron en México (pues Salazar fallece el 14 de noviembre de 1575) Hernández y Cervantes de Salazar tuvieron relaciones amistosas y quién sabe si fructíferas. Cervantes era muy aficionado a la botánica. Precisamente el libro que presta a Hernández es un ejemplar de la Botánica de Tragus,34 y no tendría nada de particular que orientase a Hernández en algunas ocasiones.

Muchas más debieron de ser las relaciones de Hernández en México. A lo largo de sus obras y documentos surgen nombres evocados o recordados con afecto unas veces, o mencionados únicamente en otras ocasiones. Bernardino del Castillo, el licenciado Gutiérrez, el médico Alfonso López de Hinojosos, el mercader Eugenio Castellanos de quien se acompaña en algún viaje, y otros muchos más que irán saliendo en el trascurso del relato.

Tiene un interés especial el estudio de las relaciones de Hernández con el elemento indígena de México. Sabemos los nombres de los tres pintores principales encargados de ayudarle,35 pero, sin embargo, ignoramos todo lo referente al resto de los que colaboraron con él. Pensamos que debió de ser un grupo muy grande, formado por dibujantes, auxiliares recolectores de plantas, intérpretes, médicos indígenas y simples servidores. Él mismo, en su testamento, recuerda algunos para los que deja mandas especiales y luego añade “los demás son tantos y tan diversos que no podrán conoscerse”.36 En sus obras, continuamente se refiere a las informaciones de los médicos indios, pero a diferencia de Sahagún, Hernández olvida consignar los nombres. En un capítulo aparte pensamos ocuparnos de las observaciones de Hernández sobre los indios. Tema apasionante en el que el famoso médico demuestra una gran perspicacia e inteligencia para conocer y describir la raza indígena, a la que presenta con asombrosa imparcialidad, atacándola o ensalzándola, según el tema o la observación que comete. Y naturalmente siempre de acuerdo con la mentalidad de su época.






19 Epistolario, n. I.

20 Ibid.

21 Ibid.

22 Epistolario, n. 2.

23 Julio Jiménez Rueda, Don Pedro Moya de Contreras, Primer inquisidor de México (México, 1944), pág. 12.

24 Entre las obras escritas por Hernández durante su estancia en México, la más extraña, por inesperada, dentro de su línea general de trabajo, fue titulada XPIANAE methodi, nos hemos ocupado de ella en la Bibliografía Hernandina (n. 22), y según se desprende del prólogo que le puso el propio Moyade Contreras fue un encargo especial hecho por el arzobispo a Hernández con objeto de condensar la doctrina cristiana, en un trabajo corto y fácilmente recordable, razón por la que fue escrita en verso.

25 XPIANAE methodi, libri tres, Francisco Hernándo Philippi secundi histórico, et medico primario authore Cum eruditissimis annotationibus ad marginem appositis illustrisimi reverendissimique viri Petri Moyae de Contreras archiepiscopi Mexicensis, quae loca explicant paulo difficiliora (manuscrito inédito, véase Bibliografia Hernandina, n. 22, folio I r.). La frase latina es como sigue: “Nos vero qui illum ob praeclaras animi dotes tenerrimo amore pro sequimur et amico utimur perquam familiari fratis loco habito.”

26 Carta relación del arzobispo de México D. Pedro Moya y Contreras en Cartas de Indias (Madrid, 1877), carta n. XXXVII, pág. 197.

27 Marcel Bataillon, Erasmo y España (México, 1950).

28 José M. Gallegos Rocafull, El pensamiento Mexicano en los siglos XVI y XVII (México, 1951). En las págs. 183 a 191 hace un magnífico estudio de la figura de Cervantes de Salazar en su aspecto humanista.

29 Un magnífico estudio de la figura de Cervantes de Salazar es el que aparece en la Bibliografía Mexicana del siglo xvi de Icazbalceta (México, 1886). Nosotros aconsejamos usar la edición de 1954, por lo copioso de las ediciones y notas del doctor Millares Carlo.

30 Agustín Millares Carlo, Cartas recibidas de España por Francisco Cervantes de Salazar (1569-1575), México, 1946. En esta obra interesantísima por muchos conceptos y por el excelente estudio biográfico de Cervantes de Salazar, fue donde se dio la primera noticia de las relaciones entre Salazar y Hernández, al descubrirse el recibo del protomédico que en otro lugar comentaremos.

31 Esta curiosísima Epístola, escrita por el autor cuando tenía 22 años y simultáneamente publicada en latín y castellano entre los elogios de la obra de Lobera de Ávila, ha sido publicada íntegra por el doctor Millares en su libro Investigaciones Biobibliográftcas Iberoamericanas (México 1950), págs. 88-95. Según se desprende de su lectura, la admiración de Cervantes de Salazar por los médicos queda patente cuando escribe frases como la siguiente: “Considerando yo muchas veces, muy prudente lector, lo mucho que devemos a nuestros padres, por aver recebido dellos mediante Dios la vida y el ser que tenemos, parescióme que devíamos más a los médicos, que la vida recebida de nuestros padres tantas vezes defienden y alargan y aun cuasi perdida restituyen con sus tan necesarias curas sacadas de los grandes secretos de la naturaleza”.

32 Germán Somolinos d’Ardois, “Manuscrito firmado original del doctor Francisco Hernández aparecido en México”, Ciencia (México), vol. IX, n. 7-10, págs. 209-210, 1948.

33 La firma de Hernández había sido afanosamente buscada en varias ocasiones por D. Nicolás León, Paso y Troncoso y varios otros historiadores mexicanos, sin que ninguno de ellos pudiese localizarla en México ni en el Archivo de Indias de Sevilla. Corresponde al doctor Millares la satisfacción de haberla encontrado con motivo de sus estudios sobre Cervantes de Salazar, ya citados.

34 El recibo de Hernández dice que llevó de la librería de Cervantes de Salazar un libro de “Jerónimo Tragio que trata de yerbas”. Se refiere indudablemente a la obra: Verae atque ad vivum expressae imagines omnium herbarum, fruticum, quarum nomenclaturam et descriptiones, cuyo autor, Jerónimo Bock, latinizó su apellido en la forma de Tragus, publicando la obra citada en Estrasburgo en 1553.

35 En el Testamento de Hernández de 1578, deja mandas para los pintores de México que son: “Pedro Vázquez e Antón e Baltasar Elías.”

36 Testamento, párrafo 6.

TOMO I. VIDA Y OBRA DE OBRA DE FRANCISCO HERNÁNDEZ