I
Lo que se ignora, se sabe y se supone de la juventud de Francisco Hernández


TRANSCURRÍA el año de 1570. Francisco Hernández navegaba rumbo a tierras para él desconocidas, donde su rey le había nombrado protomédico. Era el momento de su incorporación a la historia. Pero Clío, por él tan bien servida, se mostró ingrata al olvidar, para la posteridad, casi todos los datos y obras del ilustre científico. Cuando hoy recordamos al célebre médico de Felipe II, lo primero que descubrimos es nuestro escaso conocimiento del hombre y su labor. Sabemos que en un titánico esfuerzo recorrió el territorio mexicano, en observación y estudio de cuanto pertenecía a la historia natural. Epopeya pacífica cuyos frutos ofrecieron a la posteridad el conocimiento médico y natural de las tierras exploradas. Mas ¿cuál fue su actuación antes del momento de la incorporación histórica?, ¿qué ocurrió después de su regreso? Existen datos sueltos, noticias incompletas, referencias aisladas, pero faltan muchos, muchísimos datos para conocer realmente sus actividades y el decurso de su larga y fructífera vida.

Afortunadamente Hernández nos legó una obra, y toda obra, sea cual fuere su tema, está involuntariamente llena de autobiografía. También contamos con algunos datos originales, obtenidos tras paciente búsqueda, insuficientes para recordar toda la vida de tan famoso médico, pero bastantes para trazar un esbozo de los hechos de nuestro personaje en los años anteriores al momento de su aparición en la historia. Con todos ellos trataremos de hilvanar la biografía, hasta hoy desconocida, del que fuera en su tiempo ilustre protomédico.


a. Nacimiento, origen


Está perfectamente aclarado que nació en la Puebla de Montalbán de la Provincia de Toledo. Su primer testamento dice a la letra: “yo el doctor Francisco Hernández protomédico de su majestad en todas las Yndias Occidentales natural que soy de la villa de la Puebla de Montalván”.1

Hoy, la Puebla de Montalbán ha perdido importancia. En aquella época era una de las villas seculares de España con sobrada tradición cultural. Cercana a Toledo, contenía en sus edificios y habitantes el poso de las invasiones romanas, godas y árabes que pasaron por ella. El arruinado castillo de D. Juan II había sido testigo de las violentas disputas entre sus sucesores para apoderarse del trono. Pueblo rico, de hacendados olivareros, cosechaba también trigo, cebada, garbanzo y frutales. Albergaba muchas familias de judíos conversos y, para cuando Hernández llega al mundo, contaba ya entre sus naturales distinguidos a Fernando de Rojas, el discutido autor de La Celestina.

Se ignora la fecha exacta del nacimiento de Hernández. Una revisión, algo superficial, llevada a cabo en los libros parroquiales de la Puebla de Montalbán, no nos ha proporcionado luz en este asunto sobre el cual los autores están divididos. Los más antiguos, como Acosta,2 Sigüenza,3 Porreño,4 León Pinelo,5 Nicolás Antonio,6 Nieremberg,7 Quer8 y Gómez Ortega,9 omiten la fecha del nacimiento y a lo sumo indican que era toledano. Afirmación sobre su origen que aparece ya en las obras de Sigüenza y Porreño, cuyos relatos son tan similares que indudablemente están redactados por la misma mano, con seguridad la de Sigüenza. Nicolás Antonio afirma que el propio Hernández expresa su toledanía en los comentarios a la traducción de Plinio,10 y consecuencia de esta noticia es que casi todos los autores posteriores, hasta el año 1929 en que Barreiro aclara el verdadero origen, consignen en sus escritos que Hernández era natural de Toledo. No obstante, algunos, como señala Colmeiro,11 ignorando a Nicolás Antonio o basándose en otros datos que más tarde citaremos, lo hacen aparecer como sevillano.

La inclusión de una fecha concreta en las biografías hernandinas es relativamente reciente. Aparece en el último tercio del siglo pasado y, según nuestro juicio, es consecuencia del descubrimiento y publicación de las siete famosas cartas de Hernández encontradas por Navarrete, Baranda y Salvá en el Archivo de Indias, de Sevilla.

En dos de dichas cartas, publicadas por primera vez en 1842,12 Hernández, quejándose de su mala salud y pérdida de energías, añade que a la sazón es “aliende de casi sesenta años de edad”.13 En el Poema a Arias Montano, que publicara Gómez Ortega cincuenta años antes, se quejaba también de su avanzada edad,14 pero sin dar un dato concreto para presumirla. Por esta razón las fechas aparecen posteriormente a la publicación de las cartas, pero, como ocurre siempre, también aquí los autores han consignado el año del nacimiento según su buen saber y entender, sin más base documental que el propio testimonio de Hernández.

García Icazbalceta15 situó su nacimiento en 1517 o 1518; Justo Zaragoza,16 en 1514, fecha que también admite Nicolás León17 y que fue aceptada por la mayoría de los escritores posteriores como Barreño,18 Krenger,19 Von Hagen,20 etc. Por cierto que este último autor, con la inexactitud que le caracteriza cuando habla de Hernández, en otro de sus trabajos21 consigna la fecha de 1515. La biografía de la Enciclopedia Espasa coloca el nacimiento en 1517 y un trabajo anónimo publicado recientemente22 lo sitúa en 1520.

Es indudable que si nos atenemos al dato de las cartas fechadas el 20 de marzo de 1575, el nacimiento debió de ocurrir entre los años de 1515 a 1520, pues coinciden con la edad por él asentada en sus escritos. La redacción de las cartas, casi análoga en muchos puntos, está expresada de tal modo que produce a primera vista incertidumbre al lector, pues la palabra “aliende”, que parece querer decir “de más”, se contradice con el adverbio “casi”, que indica que todavía no los ha cumplido; sin embargo, estudiando detenidamente la frase, el “aliende” está empleado también como adverbio para indicar que además de las

calamidades anteriores —falta de salud y energías— tiene el encontrarse casi con sesenta años de edad. Entonces es natural suponer que no los ha cumplido todavía y, por tanto, que su nacimiento es posterior a 1515. Calculando de este modo resulta falsa la tan prodigada fecha de 1514 que con seguridad se debe a una mala interpretación de la carta por Nicolás León o por Justo Zaragoza, que son los primeros que la dan a conocer; y, en cambio, parecen estar más en lo cierto aquellos autores que, como Icazbalceta, suponen que debió de nacer en 1517 o 1518.

Tiene interés esta disquisición para concretar la fecha de su nacimiento, pues de haber ocurrido en los últimos años de la decena de 1510-20 y no en los primeros, la diferencia de edad en el momento de la comisión real desvirtúa la especie, lanzada por algunos comentaristas, de que el rey envió para estudiar la flora americana a un protomédico anciano y valetudinario. Si, como suponemos razonadamente, Hernández nació entre 1517 y 1518, en el momento de ser enviado a las Indias contaba con 52 o 53 años. Edad fructífera en la cual, pasado el período de la formación intelectual, se aprecia el panorama de la vida con un criterio maduro y personal muy adecuado para la comisión encomendada.

No hay datos conocidos sobre el ambiente familiar de Hernández e incluso ignoramos quiénes fueron sus padres. El apellido Hernández, entonces como ahora, era profuso entre el pueblo español; su inicial, frecuentemente sustituida por la primitiva F, hace con frecuencia que Hernández y Fernández se confundan en un solo apellido. Esta confusión paleogràfica en los documentos es tan frecuente que en muchas ocasiones un mismo individuo aparece indistintamente designado de uno y otro modo. El hijo de Hernández siempre se firmará Fernández, mientras que una de las hijas conservó el Hernández paterno”23 La misma partida de defunción de Francisco Hernández escribe el nombre con F y, si no hubiera sido por otros datos complementarios del mismo documento, no hubiese sido posible identificarlo como tal.24 El célebre escultor Gregorio Hernández nunca firmó de ese modo, sino que continuamente usó el apellido con F, siendo sus biógrafos y los escritores contemporáneos que alababan sus obras quienes han dejado el Hernández para la posteridad.

Aclarado este punto es fácil imaginar las tremendas dificultades con que se tropieza para poder seguir la genealogía de una familia de aquel tiempo; téngase además en cuenta que el uso del patronímico no era constante en las familias. Otra de las hijas de Francisco Hernández aparece siempre con el nombre de María de Sotomayor.25 El mismo hijo, cuando usa dos apellidos, olvida el Díaz materno26 para figurar como Fernández Caro.27 De aquí que no tengamos conocimiento sobre el origen de Hernández.

Fue Toledo seguramente una de las provincias más ricas en Hernández durante el siglo xvi. Algunos han perdurado como Gaspar y Juan Fernández, célebres escritores jesuitas, y también aquel escultor, Juan, que trabajaba para la capilla de Nuestra Señora del Sagrario. No podemos olvidar tampoco a Sebastián Fernández o Hernández, autor de la Tragedia Policiana, inspirado plagio de La Celestina con alas para remontarse más allá de su objeto; ni a Gregorio Hernández de Velasco, el fecundo escritor toledano, llamado por Lope de Vega excelente traductor de Virgilio. Contemporáneo de Hernández médico era también Francisco Hernández Blasco, natural de Sonseca (Toledo), autor de libros religiosos. Pero si éstos y otros muchos obtuvieron la gloria de la posteridad, otros quedaron en el olvido o semiolvidados, como aquel padre Paulo Hernández que aparece en algunas cartas de Santa Teresa, y tantos otros que surgen al remover arrumbados documentos.

Si nuestro Hernández tuvo relación con alguno de estos famosos ingenios toledanos es cosa que por ahora se ignora. Si sus grandes conocimientos de humanidades se debieron al contacto familiar con algún buen humanista en los años de infancia y adolescencia, también se ignora. Hay quien supone que Hernández procedía de una familia acomodada o rica, basado en el hecho de que pudo estudiar una carrera y de que en su testamento declara tener propiedades en Toledo y en la Villa de Ajofrín.28 Me parece base muy endeble para sostener estas afirmaciones. Es posible que sus padres fueran campesinos acomodados, pues la región de su nacimiento es rica, pero nos inclinamos más a creer que haya sido otro el camino de la prosperidad de Hernández. En resumen, que por ignorarse su ascendencia familiar, sus aprendizajes infantiles y sus aficiones de la juventud es preferible abandonar este tema que, de seguirlo, podría conducirnos a una Selva tan intrincada como aquella otra con que tropezó Marañón cuando quiso establecer la genealogía de los Pérez.29

En un trabajo anterior30 apuntamos la posibilidad de que Hernández perteneciera a una familia de judíos conversos, tan frecuentes en aquella época por toda la región toledana, y sobre todo en la Puebla de Montalbán. No hay ningún dato seguro que pueda comprobar este supuesto. Sin embargo, conforme avanzamos en el conocimiento de Hernández, se arraiga cada vez más en nosotros esta creencia por muchos rasgos psicológicos y detalles que en el transcurso de este trabajo irán apareciendo.

Tenemos como único dato en contra de esta suposición el hecho de que para ser médico del Monasterio y Hospital de Guadalupe era necesario probar la limpieza de sangre, según advierte el padre Talavera cuando dice: “Todos los ministros, médicos cirujanos destos hospitales han de auer hecho provanza de su limpieza.”31 Pero también sabemos que el certificado de limpieza entonces, como otros muchos certificados actuales, representaba impedimento cuando así se deseaba, pero que podía descuidarse si voluntades superiores, dádivas oportunas o influencias soberanas así lo deseaban.

Es más, en ninguno de los documentos de Hernández que han llegado a nuestras manos, ni, principalmente, en el Memorial que después de volver a España escribe solicitando mercedes, aparece la fórmula clásica con que se acostumbraba recordar la limpieza de sangre. Casi todos los escritos dirigidos al rey para solicitud de beneficios o mercedes solían llevar en aquella época una frase referente a los padres del solicitante, donde se hacía constar que eran “cristianos viejos, limpios de toda mala raza y mezcla de judío, moro o nuevamente convertido”. En ningún documento hernandino aparece ésta o parecida fórmula. Tal vez porque Hernández se consideraba lo suficientemente conocido en la corte para no tener que utilizarla, o tal vez porque era mejor no hablar de una ascendencia turbia para aquellos momentos.

Bataillon, que habla extensamente del papel jugado por los judíos conversos en la vida espiritual española, dice: “Hay en el episcopado, en el clero, en las órdenes monásticas lo mismo que en la nobleza, gran número de descendientes de judíos que profesan el catolicismo con entera sinceridad,”32 y presenta de ello muchos ejemplos que corroboran su afirmación. Como para nosotros el ser judío no quiere decir practicante de la ley mosaica, sino que con ello queremos expresar que en el individuo se concentran rasgos pertenecientes a la fina y aguda psicología y sensibilidad de la raza, es por lo que suponemos a Hernández descendiente de judíos, o por lo menos con un fuerte componente racial de este origen. Independientemente de sus prácticas religiosas, para nosotros, el judío no lo es por creencias, sino por psicología, y ésta se adapta perfectamente a muchos de los rasgos hernandinos. Pero dejemos solamente apuntado este tema sobre el que volveremos a insistir en el transcurso de la obra.






1 Agustín Jesús Barreiro: El Testamento del Doctor Francisco Hernández (Madrid, 1929). La frase anterior, sin embargo, la presentamos con nueva paleografía basada en el documento existente en Simancas, pues la transcripción de Agustín J. Barreiro, que en realidad, como él advierte, es del padre Vela, está mal paleografiada.

2 Joseph de Acosta: Historia Natural y Moral de las Indias (Sevilla, 1590). El padre Acosta no hace realmente una biografía de Hernández, como más adelante intentan Nicolás Antonio o Gómez Ortega, sino que simplemente se limita a remitir al lector a la obra hernandina si deseara conocer más al detalle la flora americana.

3 Fr. Joseph de Sigüenza: Historia de la Orden de San Gerónimo, tercera parte, tomo III, libro IV, discurso XI, folio 778, columna primera (Madrid, 1605). (Nosotros hemos utilizado la reedición de Bailly-Baillière de 1909 en Madrid.) Sigüenza probablemente conoció personalmente al Dr. Hernández y considera su obra como una de las más importantes y estimables de la Biblioteca de El Escorial, donde él era bibliotecario. Tiene mucho interés la descripción que hace Sigüenza de Hernández, pues está escrita por un contemporáneo que conoció su obra original y la pudo examinar a su gusto.

4 Baltasar Porreño: Dichos y Hechos del Rey Don Felipe II (Cuenca, 1628). (Nosotros hemos utilizado la edición de Madrid, 1942, dirigida por González Palencia, que es reproducción de la de Amberes de 1666, probablemente la más completa y correcta de las muchas ediciones de esta obra.) Porreño cita a Hernández en la relación que hace de las obras y empresas encargadas por el rey D. Felipe, con la cual relación trata de mostrar la liberalidad y magnificencia del monarca. Probablemente la descripción que dedica a Hernández es uno de los párrafos más largos de esta relación, y a primera vista sorprende lo detalladamente que expone la obra del protomèdico. Sin embargo, está casi textualmente copiada de la descripción del padre Sigüenza, anterior en pocos años a la obra de Porreño.

5 Antonio de León {Pinelo}: Epítome de la Biblioteca Oriental y Occidental, Náutica y Geográfica (Madrid, 1629). Los datos ofrecidos por León Pinelo son incompletos y en ocasiones inexactos, pero tienen interés por ser la primera vez que se incluyen las obras de Hernández en una bibliografía americana.

6 Nicolás Antonio: Bibliotheca Hispana Nova (Madrid, 1783). Aunque esta obra no fue editada hasta esta fecha, sus datos, sin embargo, corresponden a los años centrales del siglo xvii en que fue escrita, y por tanto con referencia a Hernández es todavía cercana a la época de su vida.

7 Juan Eusebio Nieremberg: Historia Natura Maxime peregrina (Amberes, 1635). La obra de Nieremberg en relación con Hernández tiene más valor por la labor original que recoge que por los datos biográficos que pueda contener. (Véase su descripción en los números 1 y 15 de la Bibliografía Hernandina, incluida al final de este volumen.)

8 José Quer: Flora española o historia de las plantas que se crían en España (Madrid, 1762). En el tomo primero, en la dedicatoria, ya alude a Hernández de quien más adelante se ocupa extensamente. No tiene interés la descripción, pues está literalmente calcada de Sigüenza o Porreño.

9 Casimiro Gómez Ortega: Ad lectorem praefatio. Prólogo de la edición de Hernández, conocida como “matritense” por haberse llevado a cabo en Madrid, en 1790, publicado al principio del primer tomo. Existe una buena traducción de este prólogo hecha por el profesor José Rojo, en la edición de las obras de Hernández efectuada por el Instituto de Biología de México, en 1942. (Véanse números 4 y 5 de la Bibliografía Hernandina.)

10 Plinio: Historia Natural, traducida y anotada con comentarios por el Dr. Francisco Hernández. Manuscritos conservados en la Biblioteca Nacional de Madrid (España). Los comentarios de esta traducción son muy ricos en observaciones originales de Hernández sobre los temas más diversos y constituyen una de las más copiosas fuentes de información biográfica sobre este autor. (Véase la descripción de esta obra en el número 19 de la Bibliografía Hernandina.) De aquí en adelante será citada únicamente como Plinio.

11 M. Colmeiro: La botánica y los botánicos de la Península Hispano-Lusitana (Madrid, 1858), pág. 154.

12 Martín Navarrete, Pedro F. de Baranda y Miguel Salvá: Colección de Documentos inéditos para la Historia de España (Madrid, 1842). Las cartas escritas por Hernández aparecen en el tomo I, págs. 362 a 379, están dirigidas al rey o a Juan de Ovando, presidente del Real Consejo de Indias. Estas cartas han sido republicadas en varias ocasiones: por Nicolás León en el prólogo a la reedición de los Quatro libros de la Naturaleza, de Francisco Ximénez (México, 1888) y por el Instituto de Biología de México en sus Anales, tomo VIII, págs. 419-435 (1937). Las cartas anteriores, unidas a las otras encontradas y publicadas por autores distintos, han sido agrupadas por nosotros en lo que de modo global llamamos Epistolario. En conjunto son 18 cartas que, ordenadas cronológicamente, se presentan en el cuadro siguiente:

Fecha

de Hernández

Publicada por:

Observaciones

I

15-V-1571

al rey

Carta I de Miura.

Escrita con seguridad antes que la carta II de igual fecha, ya que se refiere a cosas anteriores.

2

15-V-1571

al rey

Carta II de Miura.

3

Sin fecha

al rey

Carta II de Navarrete, etc.

J. T. Medina, pág. 287.

Indudablemente escrita entre noviembre y diciembre de 1571.

4

30-IV-1572

al rey 0

Carta III de Miura.

J. T. Medina, pág. 272.

5

22-IX-1572

al rey

Carta I de Navarrete, etc.

J. T. Medina, pág. 273.

6

I2-XII-I5J2

al rey

Carta V de Miura.

J. T. Medina, pág. 274.

7

31-III-1573

al rey

Carta IV de Miura.

J. T. Medina, pág. 275.

8

Sin fecha

al rey

J. T. Medina, pág. 289.

Con seguridad está escrita en abril de 1573. Se acompaña de la copia de un memorial dirigido por Hernández al virrey.

9

10-IX-1573

al rey

J. T. Medina, pág. 278.

10

31-III-1574

al rey

J. T. Medina, pág. 279.

II

1-IX-1574

a Ovando

Carta I a Ovando de Miura.

J. T. Medina, pág. 280.

12

1-XII-1574

al rey

J. T. Medina, pág. 281.

13

1-XII-1574

a Ovando

Carta II a Ovando de Miura.

J. T. Medina, pág. 281.

14

20-III-1575

al rey

Carta III de Navarrete, etc.

J. T. Medina, pág. 282.

15

Sin fecha

a Ovando

Carta a Ovando de Navarrete, etc.

J. T. Medina, pág. 288.

Con seguridad escrita el 20 de marzo de 1575.

l6

22-X-1575

al rey

Carta IV de Navarrete, etc.

J. T. Medina, pág. 284.

17

10-II-1576

al rey

Carta V de Navarrete, etc.

J. T. Medina, pág. 284.

18

24-III-1576

al rey

Carta VI de Navarrete, etc.

J. T. Medina, pág. 285.

Las publicaciones a que nos referimos en el cuadro anterior son: Miura: José Luis Benítez Miura, El Dr. Francisco Hernández (1514-1578). (Cartas inéditas), Anuario de Estudios Americanos, Sevilla, 1950, tomo VII, págs. 367-409. f. T. Medina: José Toribio Medina, Biblioteca Hispano-Americana (1493-1810), Santiago de Chile, 1900, tomo II, págs. 265-297. Navarrete, etc., es la publicación citada al comienzo de la presente nota. No indicamos en el cuadro referencias a Nicolás León ni a la publicación de los Anales del Instituto de Biología de México, pues ambos trabajos toman las cartas directamente y en el mismo orden que Navarrete, con el cual coinciden en la numeración de las mismas.

En el resto del presente trabajo siempre que tengamos que referirnos a alguna de estas cartas lo haremos con la designación de Epistolario, indicando el número de la carta a que nos referimos.

13 Epistolario, núms. 14 y 15.

14 Francisci Hernandi ad Ariam Montanum Carmen, publicado al comienzo de la edición matritense de las obras de Hernández (Madrid, 1790). (Bibliografía Hernandina n. 4.) La alusión a su senectud aparece al comienzo del cuarto párrafo del poema.

15 Joaquín García Icazbalceta: Los Médicos de México en el siglo XVI. Este trabajo de Icazbalceta aparece por primera vez en 1872 en artículos sueltos publicados por la revista El defensor católico, posteriormente pasaron ya unidos a la Bibliografía Mexicana del Siglo XVI, publicada por Andrade y Morales en México, en 1886, y nuevamente fue recogido en la Biblioteca de autores mexicanos, editada por V. Agüeros apareciendo en el tomo I de la colección, publicado en 1905. Últimamente ha vuelto a ser reeditado en la magnífica edición de la Bibliografía Mexicana del Siglo XVI, publicada por el Fondo de Cultura Económica (México, 1954), donde aparece aumentado por muchas notas nuevas del Dr. Millares Cario.

16 Cartas de Indias: Publícalas por primera vez el Ministerio de Fomento. Imprenta de Manuel G. Hernández (Madrid, 1877). Aunque no presentan autor, estas cartas están recopiladas, comentadas y editadas por D. Justo Zaragoza a quien se deben también la mayor parte de las biografías presentadas al final del segundo volumen, entre ellas la de Hernández.

17 Nicolás León: Prólogo a la reedición del libro de Francisco Ximénez, Cuatro libros de la Naturaleza (Morella, 1888). (Véase Bibliografía Hernandina n. 12.)

18 Barreiro: El testamento (ob. cit.), pág. 7, y Los trabajos inéditos del Dr. Francisco Hernández sobre la gea y la fauna mexicanas. Asociación Española para el Progreso de las Ciencias. Sin fecha {1929}, pág. 161.

19 W. Krenger: “La Medicina en España durante el Siglo de Oro”, Actas Ciba, 1939, tomo VII, fase. 12, pág. 415.

20 Victor Wolfgang von Hagen: La fabricación del papel entre los Aztecas y los Mayas. Ed. Nuevo Mundo (Mexico, 1945)· En este libro el autor cita repetidas veces trabajos de Hernández y finalmente coloca un Epílogo dedicado a su biografía, desgraciadamente lleno de errores y falsas interpretaciones de los datos más conocidos.

21 Victor Wolfgang von Hagen: “Francisco Hernández: Naturalist”, 1515-1578; Scientific Monthly, mayo de 1944, pág. 383.

22 “Francisco Hernández. Primer Protomèdico de las Indias , Revista Roche, vol. V. n. 27. Mayo-junio, 1948.

23 En los documentos que conservan el nombre del hijo aparece llamado una vez Juan Fernández, en el testamento, y Juan Fernández Caro en la partida de defunción. En el testamento es donde también aparece la hija natural a la cual nombran Francisca Hernández.

24 Germán Somolinos d’Ardois: “La partida de defunción del Dr. Francisco Hernández’’, Ciencia, 1951, vol. XI, págs. 50-52.

25 Barreiro: El testamento... (ob. cit.).

26 Ibid.

27 G. Somolinos d’Ardois: La partida… (ob. cit.)

28 Barreiro. El testamento... (ob. cit.).

29 Gregorio Marañón: Antonio Pérez. Espasa Calpe Argentina (1947). En el capítulo I, titulado “Laberinto Genealógico”, uno de los apartes se refiere a “La Selva de los Pérez”.

30 Germán Somolinos d’Ardois: “El Fracaso Edito rial de la Obra de Francisco Hernández”, Cuadernos Americanos, México, 1951, vol. LV, pp. 163-179.

31 Fray Gabriel de Talavera: Historia de Nuestra Señora de Guadalupe (Toledo, 1597).

32 Marcel Bataillon: Erasmo y España. Fondo de Cultura Económica (México, 1950). El párrafo copiado pertenece a la pág. 71 del tomo I.

TOMO I. VIDA Y OBRA DE OBRA DE FRANCISCO HERNÁNDEZ